2009 - Los cuatro continentes de MAXIMILIEN BRUGGMANN


Le Manoir de la ciudad de Martigny


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Introducción

Maximilien Bruggmann llama a su departamento en Yverdon-les-Bains su «biotopo»: Aquí encuentra la estabilidad que todo viajero del mundo necesita. Acá está su anclaje, su casa, la mesa de huéspedes para sus amigos y también su archivo de fotografías: es a este lugar al que ha regresado después de cada uno de sus sesenta viajes alrededor del globo.

Para el visitante, este biotopo, el «Manoir» (villa) de Maximilien, es más como la cueva del tesoro de Alí Babá. ¿Qué se puede descubrir allí? Un revoltijo de objetos cotidianos que el fotógrafo trajo de sus viajes: discos de música folklórica, clásica y jazz, las pinturas del artista, algunos carteles de sus exposiciones fotográficas, repisas con todos sus libros ilustrados, cajas de cartón con su archivo fotográfico en forma de diapositivas, hojas de contacto, cuadernos con sus notas... Pero también calor humano y una cocina en la que todo siempre está listo para mimar a los huéspedes. Se nota que Maximilien Bruggmann ha tenido una vida plena.

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Nacido en 1934 en Entlebuch, Lucerna, empezó sus estudios en la Escuela de Artes Aplicadas en Lucerna y, a continuación, en Berna. A sus 23 años, su fascinación por la montaña lo llevó a un viaje de aventuras por África, que lo marcaría por el resto de su vida. Empezó haciendo autostop en Lausana, donde trabajaba como artista gráfico, con el objetivo de subir al monte Kilimanjaro, donde llegó después de meses de viajar a pie por el continente africano. Sin embargo, el objetivo es solo parte de la historia; es el camino el que te lleva y te transforma, el que le otorga sentido al viaje. Para Maximilien, este camino fue el comienzo de una larga historia de amor con un paisaje por el cual su pasión se ha mantenido hasta la actualidad: el desierto seco más grande en el mundo, el Sahara: su inmensidad, sus grabados y pinturas rupestres, así como el pueblo de los Hombres Azules, los Tuareg.

Maximilien publicó luego su primer libro de fotos. Y nació un artista. Con su lente retrató primordialmente el Sahara, pero también la Exposición Nacional de 1964, Argentina, Bélgica, la región de Valais, Egipto, Finlandia o la legendaria Ruta de las Especias, y se convirtió en uno de los fotógrafos suizos más importantes. Hizo una película, «Ombres Bleues du Tassili», en la cual la vida cotidiana de un pueblo del Sahara se transforma en un poema. El año de su 75º cumpleaños se convirtió en momento para que una institución pública brinde homenaje a este humilde personaje, cuyas fotografías han adornado muchos calendarios de Swissair y la Unesco, a través de una retrospectiva. Sus imágenes nos remontan a una época que es a la vez muy cercana y muy lejana, a un paraíso perdido donde la humanidad de la gente de todo el mundo fraterniza más allá de los límites y del fundamentalismo.

s difícil hablar de las fotografías de Maximilien, pues los temas que ha abordado y las regiones que ha visitado son demasiado numerosos. Sin embargo, si hay un arte que ejerce con el corazón y el alma, es el retrato. Ya sea que se trate de una instantánea o de una toma cuidadosamente escenificada, la mirada orgullosa de las personas retratadas da testimonio del tacto con el que el fotógrafo se les acerca. Un fuerte contraste con estos rostros lo constituyen las máscaras que ha fotografiado en las regiones heladas de Canadá, los museos de Egipto, el Carnaval de Loetschental o el Carnaval en Venecia. También están los magníficos paisajes con montañas y dunas de arena, así como sus registros de gran importancia científica que muestran pinturas rupestres y grabados en el Sahara (donde realizó trabajo de pionero y explorador). En todas estas imágenes se trasluce el diseñador gráfico, quien documenta el nacimiento del arte y le hace referencia.

Mientras dure la exposición, Maximilien Bruggmann se hospeda en su Manoir de Martigny. Los visitantes son invitados a descubrir las muchas facetas de este hombre, sus métodos de trabajo, sus viajes, sus sueños y visiones del mundo, así como el «hábitat» en el que todo se originó. Acá podrán hacerse una idea de los aspectos prácticos de su trabajo, se encontrarán con una personalidad compleja y convincente, comprobarán su incesante búsqueda de la perfección y verán cómo todo se conjuga en una de las obras fotográficas más ricas y más conmovedoras de Suiza.

Oliver Schinz, curador